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juanragil

despedidas

CuĂ­date Mario

...hay hombres como yo que miran tras las rejas

a una muchacha que podrías ser vos...

("Hombre que mira a una muchacha", Mario Benedetti).

Ya sebéis muchos de los que me conocéis, que Mario era y es uno de mis poetas, de mis escritores de cabezera. No es la primera, ni la última vez, que escribo sobre él. Tampoco es ni será la última vez que utilice estos dos versos de arriba como contextualización, como guía de algún texto. Y no lo será no por nada, sino porque Mario ha sido capaz, con esos versos, con ese poema incluso en la serie "Doce hombres que miran" de decir, de escribir, de explicar aquello que uno quería decir, excribir, explicar, como si fuera uno mismo.

Es un caso de poema del que suscribiría hasta la última palabra (comas no, porque ya sabéis que no puntúa), no sólo por la forma, o por la calidad; sino porque esa sensación que describe, ese saber que por pensar lo mismo que tu piensas hay personas muriendo y pudriéndose en inmundas celdas, que no es posible el amor a una sola persona, que desde ese compromiso ideológico el amor es con mayúsculas, y es a todos y todas, y es un amor inquieto, un amor mezcla de dulzura y de rabia, a partes iguales. Algo así como el poema-canción hermano de este que nos ocupa, "Días y flores" de Silvio Rodríguez, con el que me pasa tres cuartos de lo mismo, como ya sabéis.

Mario ha sido un poeta del pueblo y por el pueblo, y con esas sencillas palabras ha erizado la piel lo mismo al catedrático que al pastor de ovejas perdido del mundo. Pero no sólo poeta ha sido el hombre... ¿Recordáis aquella obra de teatro, "Pedro y el capitán", que representaron en Arcos Revulax Teatro, el grupo de Pablo Macías y el Niti? Pues ese texto desgarrador, que cuenta la relación entre el torturado y el torturador en  cualquiera de esas dicatduras militares de sudamérica de los 70 y 80, también es obra de Mario. Sobran las palabras.

En fin, que hasta luego Mario... Hasta que encuentre esta noche un huequecillo para estar contigo a solas, que pa eso me traje del pueblo ayer lo poco tuyo que quedaba allí. Mientras tanto, cuídate, Mario.